Los contratos sobre el patrimonio artístico de empresas, entidades públicas, galerías y particulares, tienen una oferta discreta y poco publicitada en la Argentina, un escenario bastante diferente a lo que pasa en otros mercados.
“Es un mercado particular, en el que sólo algunas aseguradoras tienen el expertise necesario para el correcto tratamiento de este tipo de riesgo”, explicó Santiago Cóspito, marine manager P&C en Argentina de Chubb. La compañía, presente en 54 países, ofrece en el mercado local un producto específico para obras de arte que “contempla una cobertura todo riesgo por pérdida o por daño material directo, súbito y accidental durante el tránsito, como traslados de una galería a otra, y la exposición, por ejemplo, en un museo”.
“Por otro lado, en nuestro seguro Masterpiece Hogar contamos con la cobertura de obras de arte que se encuentren en el hogar con su correspondiente valuación”, amplió.
Las pólizas de objetos de arte no son un nicho demasiado explorado en nuestro país, aunque tienen un mercado extenso, conformado por coleccionistas y empresas de todos los ramos. “Las principales actividades de clientes que intervienen en el negocio que aseguramos en Chubb son: museos, galerías y organizadores de exposiciones, arte privado o corporativo, objetos de colección, bancos e instituciones financieras y casas de moda”, afirmó Cóspito.
La política de colecciones corporativas aporta también un campo amplio para vender pólizas. Son muchas las empresas que suman el arte a su política RSE.
La baja conciencia aseguradora puede ser letal en términos de pérdidas patrimoniales por robos o daños en las obras exhibidas.
Desde 2019, Balanz tiene un espacio de 400 m² en sus oficinas del microcentro porteño en el que funciona una muestra permanente de 450 obras de artistas contemporáneos, la mayoría latinoamericanos. Santander organiza muestras temporarias en el Paseo de las Artes y en la terraza de su edificio corporativo.
Las corporaciones tienen una conciencia aseguradora que forma parte de políticas de cobertura planteadas desde sus casas centrales, muchas veces fuera de Argentina, pero hay un ecosistema de salas más pequeñas, ocasionalmente libradas a su suerte. “Nunca contraté un seguro para ninguna de las muestras que organicé”, confirmó un conocido galerista porteño que prefirió mantener su nombre en reserva.
La baja conciencia aseguradora puede ser letal en términos de pérdidas patrimoniales por robos o daños en las obras exhibidas. En la última ArteBa, la gran feria de arte de Buenos Aires, las obras se vendieron a un promedio de entre 300 y 30.000 dólares. Una colección como la que había en la quinta presidencial de Olivos puede superar holgadamente varios millones de dólares. Ni hablar de la de un museo. Por eso las pólizas de arte entran en la política de reaseguro de las compañías, al igual que otros riesgos “pesados”, como la obra pública, los seguros verdes o las coberturas climáticas.
“La capacidad líder de mercado de nuestra cobertura es 50.000.000 de dólares”, confirmó Cóspito. El ejecutivo de Chubb aclaró que las pólizas de obras de arte son conocidas como “clavo a clavo”. Y explicó el motivo: “Esto significa que la obra estará cubierta desde que es trasladada de su ubicación original hasta su posterior regreso”.
El rango de coberturas es amplio. Zurich, una compañía involucrada con el mercado del arte que habitualmente “sponsorea” colecciones y muestras, como la propia ArteBa, ofrece una cobertura de traslado de piezas de arte. Sancor Seguros tiene una cobertura de robo de objetos diversos, que ampara obras de arte en la vivienda.
En el mundo
Europa tiene una cultura aseguradora de arte, construida en sus salas visitadas por millones de turistas cada año y en las obras emblemáticas que allí se exhiben. Sólo en España una búsqueda rápida por Google da una decena de compañías que ofrecen coberturas por robo y daño para colecciones permanentes y para el traslado de objetos desde ateliers y galerías a museos y casas particulares.
Las pólizas más comunes son las todo riesgo y «clavo a clavo», que cubre desde el momento en que la obra se descuelga en su origen, el viaje hasta destino, el desembalaje, la exhibición, el viaje de regreso y hasta volver a ser «clavado» en el sitio desde donde partió.
Durante el último año las obras de arte se convirtieron en la pantalla del activismo ambiental. En mayo, un hombre disfrazado de mujer y movilizándose en una silla de ruedas sorteó todos los controles del Louvre y terminó abalanzándose sobre la Mona Lisa para intentar arrojarle una torta llena de crema.
Situaciones parecidas se dieron sobre Los girasoles, de Van Gogh y Los almiares, de Claude Monet. Otra obra de Van Gogh, El sembrador, exhibida en Italia, recibió el ataque de un militante verde que le tiró un plato de sopa de verduras.
Los recientes ataques terroristas están empujando los precios de la cobertura de daños al punto de obligar a los museos a pedir ayuda al Estado. En España vienen implementando garantías públicas, una especie de pólizas estatales que en cada presupuesto anual asigna montos asegurados a las obras que protege, muchas de un valor incalculable.
Fuente: NBS